na durante la burbuja inmobiliaria antes de que estallara, tam-bién se usaba para las ceremonias de graduación y espectaculos de musica y teatro. La fila de ninos debia dar dos vueltas comple-tas a la cancha de baloncesto corno calentamiento, pero se detu-vo en el centro ante el inesperado hallazgo de una persona que yaci'a doblada sobre un potro de gimnasia con los pantalones en-rollados en los tobillos, el trasero al aire y la empunadura de un bate de béisbol ensartada en el recto. Los ninos rodearon el euer-po, asombrados, hasta que uno de nueve anos, mas atrevido que los demas, se agachó para pasar el dedo indice por una mancha oscura en el piso y determinò que si no era chocolate, debia ser sangre seca, mientras otro nino recogfa un cartucho de baia y se lo echaba al bolsillo para canjearlo en el recreo por un cómic pornografico y una mocosa fìlmaba el cadaver con su móvil. El en-trenador, que segui'a tocando el silbato con cada exhalación, se aproximó a saltitos al grupo compacto de alumnos y al ver aquel espectäculo, que no tenia la apariencia de ser una broma, sufrió una crisis de nervios. El alboroto de los alumnos atrajo a otros maestros, que los sacaron a gritos y empujones del gimnasio, se llevaron a la ras tra al entrenador, le arrancaron el bate de béisbol al cadaver y lo tendieron en el piso, entonces comprobaron que tenia un hueco ensangrentado en la mitad de la frente. Lo tapa-ron con un par de sudaderas y luego cerraron la puerta a la espe-ra de la policia, que llegó en escasos diecinueve minutos; para entonces la escena del crimen estaba tan contaminada que era im-posible determinar con precision qué diablos habia ocurrido.
Poco mas tarde, en su primerà conferencia de prensa, el inspector] efe Bob Martin explicó que la victima habia sido identifi-cada. Se trataba de Ed Staton, de cuarenta y nueve anos, guardia de seguridad de la escuela. «;Qué hay del bate de béisbol?», pre-